JOSE A. DOMINGUEZ
Junio, 1999
Los biomas son regiones ecológicas caracterizadas por la vida vegetal y animal que sustentan. Generalmente se definen por el tipo de vegetación dominante que, a su vez, es consecuencia de las condiciones climatológicas, ya que temperatura y humedad condicionan la vegetación. La altitud y determinados accidentes geográficos introducen variaciones importantes en los principales biomas. También la acción humana altera las condiciones ecológicas. Junio, 1999
En Ecología se denominan biomas a las grandes comunidades ecológicas que se extienden por amplias regiones del planeta y que se caracterizan por estar dominadas por unas determinadas asociaciones de vegetales y de animales.
El término bioma fue propuesto por Clements en 1916 para designar una comunidad biótica integrada por plantas y animales. Posteriormente, otros científicos precisarían más su significado matizando que el bioma posee una uniformidad fisionómica determinada por una formación vegetal madura y estable. Los biomas terrestres se diferencian entre sí por los factores climáticos, como son temperaturas y pluviosidad. Ambos factores son los que permiten el desarrollo de una determinada vegetación. Grosso modo, los biomas se disponen en bandas sobre la biosfera como consecuencia de la zonación climática. No obstante, existen muchas variaciones regionales y locales debido a los accidentes geográficos y a la altitud. La UNESCO tiene descritos 14 biomas, repartidos por los cinco continentes. A continuación describimos los más importantes de ellos.
Dentro de esa distribución el primer bioma sería la tundra. Al parecer, este término es ruso y significa vulgarmente turba o tierra turbosa. La tundra corresponde al paisaje abierto de las regiones circumpolares caracterizadas por escasas precipitaciones, generalmente en forma nieve, y por sufrir unas temperaturas medias muy bajas por lo que el suelo permanece helado (permafrost) casi todo el año. Debido a esto no existen árboles ni arbustos que puedan enraizar y la vegetación se limita a líquenes, musgos y algunas herbáceas.
Durante unas pocas semanas, que corresponden al verano, el suelo se deshiela en superficie y se originan grandes regiones pantanosas donde se forma la turba y pululan millones de insectos. La tundra es el hábitat de herbívoros como el reno, el lemming o la liebre ártica. El oso polar, el lobo ártico o el búho nival son los principales depredadores. Siberia, Laponia, norte de Canadá y Alaska poseen buenos ejemplos de regiones tipo tundra. En el hemisferio sur no existe una banda de tundra ya que no existen tierras emergidas. Sólo se pueden encontrar medios semejantes en la Tierra del Fuego y en algunas islas oceánicas. El segundo bioma corresponde a la taiga o bosque de coníferas que se extiende en el hemisferio norte por Canadá, Escandinavia y Rusia (Siberia). En el hemisferio sur, al no haber masas continentales emergidas en las latitudes correspondientes, no se encuentra cinturón de coníferas.
La taiga se caracteriza por tener unas temperaturas medias bajas y dos periodos marcados: seis meses de frío e innivación y otros seis tórridos y secos (época de los grandes incendios forestales regeneradores). Estas extremadas condiciones sólo permiten árboles de hoja perenne, aciculifolios (alerces, piceas, abetos, pinos) que no pueden permitirse el despilfarro de renovar cada año todas sus hojas. La taiga es el hábitat de los comedores de piñones como el piquituerto o la ardilla. También de hábiles depredadores forestales como el azor, la marta o el glotón. Cuando las temperaturas son más templadas y la humedad más abundante y repartida a la largo del año, el bosque de coníferas es sustituido por el bosque caducifolio. En este bioma dominan hayas, robles, avellanos, olmos, castaños y numerosos arbustos que generan un suelo profundo y fértil. Generalmente, este bosque ha sido aclarado y talado para instalar cultivos, por lo que apenas se pueden encontrar masas representativas. Es el hábitat de una variada fauna, entre la que destacan el oso y el gato montés.
En las zonas templadas, si la pluviosidad es baja y la estación seca muy marcada, se instala otro tipo de bosque, de hoja perenne y resistente a la sequía estival. Es el bosque mediterráneo, con vegetación xerófila, dominado por la encina, el alcornoque o el roble quejigo. Se trata, también, de un ecosistema profundamente degradado por la secular acción humana. Es el paraíso de los reptiles y hábitat de especies tan significativas como el conejo, el lince y numerosas rapaces. En la transición del bosque hacia el desierto, con pluviosidad muy escasa y una larga estación seca encontramos un bioma que puede tomar diferentes formas según los continentes. Se trata de la pradera, dominio de plantas herbáceas y muy escasos árboles o arbustos. Se le denomina estepa en Eurasia, pradera en Norteamérica, pampa en Sudamérica, y sabana en Africa aunque cada una de estas formaciones herbáceas posee sus propias peculiaridades. Son el hábitat de herbívoros corredores como el bisonte, el caballo, la cebra o el canguro y de aves, también corredoras, como la avutarda, el avestruz o el ñandú.
Cuando la precipitación es sumamente escasa se presentan los desiertos, bien cálidos como los de Sahara, Arabia o Kalahari, bien fríos como el de Gobi. Los desiertos son consecuencia del sistema general de circulación atmosférico. Unos se originan en el cinturón subtropical de altas presiones, donde las masas de aire seco descienden. En este caso se encuentran el Sahara, el desierto de Arabia o el Kalahari. Otros se originan tras las grandes barreras montañosas que ejercen un papel deshumidificador. En este caso estarían el desierto de Gobi en Asia Central o la Gran Cuenca, en América del Norte.
Los desiertos son un medio muy extremado y los seres vivos han de especializarse para sobrevivir en ellos. Las plantas se han acomodado a la aridez mediante la emisión de profundas raíces, la adapatación de las partes vegetativas al ahorro del agua o desarrollando todo su ciclo vital en las horas posteriores a un chaparrón. Los animales son crepusculares y sobreviven en hondas madrigueras (escorpiones, reptiles, roedores) o bien pueden soportar varias jornadas sin beber ni alimentarse (camello, dromedario). En oposición al desierto, en las regiones intertropicales donde la pluviosidad es abundante y las temperaturas elevadas pero constantes, aparece la selva virgen o bosque tropical. La vegetación es exuberante, marcadamente estratificada, con árboles muy elevados abarrotados de plantas epífitas y trepadoras. La selva es el ecosistema de mayor biodiversidad, especialmente en cuanto a invertebrados. La Amazonia, Africa Ecuatorial y la región Indomalaya presentan los mejores ejemplos, aunque este tipo de bosque se halla en regresión.
Las selvas tropicales son un importante engranaje en la estabilidad climática del planeta. Controlan el flujo del agua, regulan el clima y generan oxígeno, además de albergar un patrimonio genético de incalculable valor, una buena parte del cual está sin investigar todavía. Los biomas acuáticos pueden ser marinos (agua salada) o dulceacuícolas. Los biomas marinos son básicamente dos: el oceánico o pelágico y el litoral o nerítico, caracterizados por la diferente profundidad que alcanzan las aguas y por la distancia a la costa. La zona litoral se caracteriza por la luminosidad de sus aguas, escasa profundidad y abundancia de nutrientes. En ella se concentran algas, moluscos, equinodermos y arrecifes de coral. Tortugas, focas y peces óseos son comunes aquí. La zona pelágica se caracteriza por tener una banda iluminada pero también grandes profundidades sin luz. En estas regiones los seres acuáticos se han adaptado a vivir sin ella y a estar sometidos a grandes presiones.
Los biomas dulceacuícolas son básicamente dos: las aguas estancadas (lénticas) de lagos y lagunas y las aguas corrientes (lóticas) de ríos y arroyos. De la superficie del planeta, el 70% de su superficie está ocupado por los océanos. Del restante 30%, que corresponde a tierras emergidas, un 11% de esa superficie se halla cubierto por los hielos, lo que se puede clasificar como desierto helado, y el 10% lo ocupa la tundra. El ser humano explota el medio para obtener alimento y materias primas o bien para depositar los residuos de su industria. Esa actividad humana es capaz de transformar los ecosistemas al degradar la cobertura vegetal. Los factores de degradación más importantes son las roturaciones agrícolas, los cultivos intensivos, los incendios y el sobrepastoreo. También la creciente urbanización es un elemento que origina pérdida de cubierta vegetal.
El caso más significativo y cercano paranosotros es el de la sobrexplotación del bosque mediterráneo, convertido en muchas zonas en páramos esteparios. En otras regiones del planeta, la degradación (sobrepastoreo, roturación) de las praderas, estepas y sabanas da paso al desierto. Los bosques tropicales húmedos no escapan a la acción humana. La selva tropical cubre el 7% de la superficie terrestre pero está desapareciendo a un ritmo de entre 16 a 20 millones de hectáreas anuales. También los desiertos avanzan. Cada año se pierden sin esperanzas de recuperación 6 millones de hectáreas de tierras productivas y otros 20 millones quedan seriamente dañados. Los bosques templados no corren mejor suerte. Se estima que 45 millones de hectáreas de hallan afectadas por la Waldsterben o muerte forestal debido a la contaminación atmosférica causada por la lluvia ácida o el ozono troposférico. Más problemas puede acarrear el cambio climático a causa del efecto invernadero ya que el calentamiento global produciría la subida del nivel del océano y el desplazamiento de los biomas hacia los polos, lo que modificaría la situación de las zonas de cultivo y afectaría a la economía y sustento de millones de personas.
Otro factor de degradación es la contaminación de los ecosistemas terrestres por sustancias tóxicas como biocidas o residuos industriales, que alteran las redes tróficas al eliminar determinadas especies y favorecer la expansión de otras resistentes. También las aguas sufren los efectos de los vertidos orgánicos, agrícolas e industriales procedentes de las actividades humanas, ocasionando diversas alteraciones que van desde la eutrofización de las aguas hasta la desaparición de la vida en los cauces. La sobrepesca, la urbanización del litoral o el vertido de sustancias tóxicas a los mares son algunos de los problemas con los que se enfrenta el medio marino. La pérdida de diversidad y la amenaza de extinción de especies (cetáceos, tortugas) son algunas de las consecuencias.